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Pescador se convierte en millonario gracias al vómito de un cachalote

Khalid Al Siani es un pescador de Omán que en este momento tiene millones de euros en la cocina en forma de excrementos secos de cachalote. Concretamente más de 2,6 millones de euros en forma de vómito.

Se encontró el tesoro faenando en las aguas de Qurayat. Y a pesar de que la sustancia pringosa desprendía un fuerte olor a heces la capturó con una cuerda, lo subió a su bote, la llevó a casa, la secó al sol, la partió en pedazos solidificados y ahora tan sólo espera la oferta del mejor postor. Y aunque parezca extraño por su olor a excrementos, es una sustancia extremadamente valorada, cara y rara. Su uso principal es como aromatizante en perfumes, tabaco, incienso para el té o comida. También se ha usado como medicina, amuleto contra la peste y afrodisíaco.
 Tras consultar con los vecinos, se confirmó el sueño de todo pescador: era ámbar gris. Y cada kilo se paga a a precio de oro. Su precio en el mercado alcanza los 50.000 euros por kilo. La vida solucionada gracias a un vómito.

Porque tras secarse, el hedor se esfuma y aparece un olor muy peculiar. El experto en ámbar Robert Clarke recoge unas cuantas comparaciones: a tabaco, a iglesia antigua, a madera de sándalo, a marea, a tierra fresca, a algas a pleno sol y a nueces de Brasil.

 La razón de ese mal olor inicial reside en el origen del ámbar gris, el intestino de un cachalote que come una tonelada al día de todo lo que pesca entre 300 y 2.000 metros de profundidad.

En su mayor parte consume grandes calamares (algunos pueden a llegar a pesar 250 kilos) y estos propician, en contadas ocasiones, la creación del ámbar gris. Sus grandes picos que hacen de boca no pueden ser digeridos por ninguno de los cuatro estómagos del cachalote. Irritan y magullan su estómago y producen un exceso de bilis que ya se consideraría ámbar gris.

En los mejores casos, el cachalote será capaz de expulsar esta preciada materia. Pero en otros, el intestino ya no dará más de sí y el ámbar reventará al animal por dentro y morirá.

El cadáver será comido por los carroñeros y así el ámbar verá finalmente la luz y flotará, navegando por todo el mundo a la deriva, empujado por las corrientes oceánicas durante lustros e incluso décadas en los que irá dejando un rastro pestilente a boñiga y madurando gracias a la sal y el sol.

Y agún día, alegrará el bolsillo de quien se lo encuentre. Como Khalid, que ahora duda si seguir con su oficio o dedicarse a vivir la vida.

Con información de Playground

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