Se divierte con su smartphone Samsung tomándole fotos a las placas de los vehículos e informándole “a alguien” cuando “un carro equis que nunca rola por aquí te da mala leche”.
En diciembre Juan Daniel se hallaba al borde de la desesperación. Ni para las “chelas” ni para el “cotorro” tenía y “la morra me fregaba: ya déjate de guevón y mariguano y búscate un jale de lo que sea”.
“Que buen paro me hicieron”
Unas horas antes de la nochebuena le platicó su impotencia a uno de los cuates en la reunión que hacen por las tardes en una casa abandonada de la calle novena “para ponernos bien guainos”. “Pues méteme de balcón, guey”, le aconsejó su camarada.
Al día siguiente, en plena Navidad, lo contactaron con un “tirador” de cristal. “Me dicen que tienes chamba”, preguntó inseguro. “Aquí siempre hay jale compa, ¿de qué la giras?”
—Y ya estufas, qué buen paro me hicieron; sin creerlo yo me dieron mi celular y mis tres mil varos de la primera semana.
Así, como si nada, se volvió parte del ejército de ninis que colaboran para mantener seguras las rutas del narcomenudeo en las colonias de Culiacán. “Tengo el trabajo más chingón, me dan pa´ las cocas, me alcanza pa´quemarle las patas a judas’ y la pinche vieja dejó de estar chingando con los cien que le doy al día”.
IMPUNIDAD MOTORIZADA
A los “punteros” del campo El Diez se les “durmió el gallo”. Elementos de la Marina Armada de México, sin ser detectados por el sistema de “halconeo” lograron por fin consumar un operativo en esta comunidad fuertemente vigilada por motociclistas al servicio del narco.
Ese día los marinos se enfrentaron a balazos con un grupo armado que a bordo de dos camionetas recorría El Diez. Uno de los presuntos sicarios murió. En su reporte a los mandos superiores, la Marina informó que pudo incursionar en el poblado sin ser detectada por los “punteros”.
Solo en esta comunidad de unos 6,500 habitantes, casi conurbada con Culiacán, la Marina calculó la presencia de no menos de 20 “punteros”, que huían despavoridos cada vez que las fuerzas federales o militares entraban al pueblo.
En la delegación de la Procuraduría General de la República en Sinaloa no se posee un dato exacto de cuántos “punteros” del narco operan en Sinaloa, pero sí reconoce que el fenómeno se ha incrementado desde 2010 a raíz de los operativos que el Ejército y Marina han intensificado contra el crimen organizado.
La fiscalía establece, en un informe solicitado , que en épocas en las que hay mayor despliegue de fuerzas castrenses en las áreas más conflictivas del narcotráfico —como son los casos de la cabecera y zona sur del municipio de Culiacán; Elota, San Ignacio, Cosalá en el centro-sur; Rosario, Concordia y Mazatlán en el sur; Guasave, Ahome y El Fuerte, en el norte y Salvador Alvarado, Navolato, Badiraguato y Angostura en el centro-norte— la necesidad de contratar “vigilantes” es mayor en los grupos criminales.
En el caso de Culiacán, un reporte de los servicios de Inteligencia de la Novena Zona Militar estima que por cada localidad rural o urbana al menos operan tres punteros, es decir, unos 3 mil en total, lo cual ocurre “debido a que en este municipio se asienta una parte importante de la estructura criminal del cártel de Sinaloa”.
Otro de los municipios con más personas involucradas en el “halconeo” para el crimen organizado es Badiraguato y operan principalmente en caminos de acceso a las rancherías de la zona serrana.
SALARIOS Y BONOS
El sistema de narcovigilancia cuenta, como en toda organización administrativa, con niveles, sueldos, ascensos y recompensas. El tabulador considera principalmente tres categorías:
Coordinador de región. En la estructura criminal es el responsable directo de avisar a los “tiradores” o expendios del narcomenudeo sobre el riesgo de operativos del Gobierno o ataques de grupos rivales. Las 24 horas mapea los movimientos no normales de las colonias y poblados. El pago es de mil pesos diarios.
Jefe de zona. Su área de influencia es de 5 colonias pequeñas o tres grandes, sobre las que asume responsabilidades tales como emitir códigos permanentemente según los reportes que recibe de una red de informantes. Azul cuando todo está en calma, naranja al referirse a vehículos sospechosos, rojo tratándose de gente armada y negro al detectarse el desplazamiento de convoyes de policías o militares. El pago es de 500 pesos diarios.
Puntero. Dentro de una colonia o medio rural se le delimita un área de vigilancia. Desempeña su labor en modo de móvil, en motocicleta o automóvil, o fijo, asignado a puntos específicos como gasolineras, puestos de vendimias e inclusive indigente. No portan armas y su herramienta de trabajo es radio o teléfono celular. Recibe un pago de 300 pesos diarios.
Existe un sistema de recompensa que se vincula con el grado de efectividad en el trabajo. Si evita un decomiso de drogas o la detención de un capo de medio y alto nivel la compensación puede ser de diez mil a 50 mil pesos repartidos entre los que tuvieron que ver con el éxito del “halconeo”.
COLA QUE TE PISEN
A Martín Urrea se le ocurrió pasar por su amigo a un domicilio de la colonia Morelos para que lo acompañara a una fiesta familiar. Se introdujo al sector haciendo varios altos para preguntar por la calle Río Tehuantepec. Los vecinos lo iban guiando y el Google Maps hacía su parte.
Se enredó con la ubicación y se detuvo en un Oxxo para preguntar de nuevo. Ya había sentido que una persona a bordo de una motocicleta seguía la misma ruta pero nunca pensó que se tratara de “un puntero” hasta que se le puso a un lado de la ventanilla del conductor.
—¿Qué busca, compa?
—Busco la calle Río Tehuantepec.
—¿Está seguro? Ya lleva media hora rondando por aquí. ¿No traerá cola que le pisen?
—N’ombre, vengo por un amigo. Quedé de recogerlo…
—Deme el domicilio. Lo voy a llevar pero ahí le encargo pa´ la otra que se ponga más buzo porque este terreno tiene dueño. Y al dueño lo pone nervioso la gente extraña.
El “puntero” se convirtió en guía. Lo puso enfrente de la casa que buscaba y se retiró con un intimidante rugido del motor de la motocicleta. Enseguida debió cancelar el código naranja que seguramente ya le había enviado al jefe.
Con información de El Blog del Narco