Poco después de cumplir 12 años, “Amanda” fue convertida en mensajera de Los Rojos: un hombre, al que apodaban El Boloncho, la utilizó primero para enviar drogas y armas a diversos puntos del estado de Morelos.
Más adelante El Boloncho la explotó sexualmente en un prostíbulo de Taxco en el que, según la averiguación previa PGR/SEIDO/UEITMPO/164/2014, el grupo criminal ofrecía a los clientes niñas y adolescentes de entre dos y 20 años de edad.
Según la declaración de “Amanda”, las “chicas” (como llamaban en el burdel a las menores de nueve años) habían sido arrancadas en su mayor parte a migrantes centroamericanos que al cabo fueron asesinados.
Las “grandes” (de diez años en adelante), solían ser enganchadas del mismo modo en que El Boloncho se apoderó de “Amanda”, a la salida de la escuela y bajo la amenaza de que su padre y hermana serían asesinados si ella se negaba a cumplir con lo que le ordenaban.
El 19 de junio de 2014, “Amanda”, en compañía de la representante de una organización contra la trata de personas, y en presencia de una sicóloga y dos testigos de asistencia, declaró ante la Unidad Especializada en Investigación de Tráfico de Menores, Personas y Órganos de la PGR que en una ocasión entró a las habitaciones en que se encontraban las “chicas” y —citó textualmente la declaración—, “estaba ahí el artista Joan Sebastian”.
De acuerdo con el documento, “Joan Sebastian les decía a las ‘chicas’ que ellas eran sus princesas y él las cuidaría como su papá”. Según “Amanda” les regalaba zapatillas y “compraba los accesorios de todas, todo en oro”.
Un año más tarde, el ocho de junio de 2015, se presenta a declarar ante la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada otra víctima de trata, “Julieta”.
Huérfana de padre, al cumplir 16 años es obligada por su madre a salir a la calle a conseguir empleo. Encuentra una oferta en un bar de Cuernavaca. El trabajo consiste en “preparar micheladas y cobrarlas”. El sueldo es de 700 pesos a la semana. Su madre acepta feliz.
Así comienza el descenso a la oscuridad. Una mesera apodada Azul lleva a “Julieta” a un antro de Temixco: el Sexto Sentido. Le dice que solo tendrá que beber con los clientes y bailar en la pista. Ganará diariamente entre mil 300 y tres mil pesos.
Un día, Azul le propone otro negocio: ir como “damas de compañía” a una casa en la que habrá una fiesta. En una camioneta negra, cinco muchachas son recogidas por un hombre que tiene tatuados varios puntitos en la mano derecha —“cada punto era una persona que había matado”.
En esa fiesta están Edgar Valdez Villarreal, La Barbie, y varios de sus hombres: El Negro, El Guacho, El Rulo, El Seven. Hay un individuo al que le apodan El Barbas (no parece tratarse, sin embargo, de Arturo Beltrán Leyva).
Es el 2 de noviembre de 2009.
Después de beber un buen rato, una de las jóvenes, Nicole, pasa con La Barbie a la parte de arriba. “Julieta” entra a otra recámara con El Negro. En un momento determinado se escuchan los gritos de Nicole, y después un disparo. De la habitación de La Barbie sacan cargando el cadáver de la joven. “Julieta” se entera después de que Nicole no quiso cumplir con los deseos del capo.
Después de aquella noche, El Negro declaró que “Julieta” había pasado a ser “fija”: nadie más podía tocarla. La dejarían bailar en la pista, pero no hacer bailes privados, ni ofrecer “servicios especiales”.
Las jóvenes del Sexto Sentido fueron solicitadas poco después para dar servicio en un rancho. Era, de acuerdo con su testimonio, el rancho de Joan Sebastian. Los tratantes le habían mostrado un álbum de fotos con chicas, recuerda “Julieta”, y el cantante había elegido a las que quería en la fiesta.
La mayoría de las convocadas eran menores de edad, y Joan Sebastian, relata “Julieta”, se refería a ellas como “la mercancía”. La Barbie se hallaban entre los invitados, afirma la víctima.
“Julieta” logró escapar después de ser explotada sexualmente durante más de tres años. Nunca estuvo en el bar en el que fue explotada “Amanda”, y sin embargo, sus testimonios se tocan.
Con información de El Universal