Nuestros senos están compuestos por 3 tipos de tejidos: glandular (glándulas de leche y ductos), conectivo (el tejido fibroso que rodea los ductos y glándulas) y tejido graso.
Se les considera “densos” cuando tienen mucho tejido glandular y conectivo, pero poca grasa. Y sólo podremos determinarlo a través de una mastografía. Ni tu doctor ni tú podrán saberlo a través del tamaño, forma o firmeza de tus senos.
Entre más jóvenes somos, más densos son nuestros senos, y a medida que envejecemos, éstos tienden a volverse menos densos y más grasos. Este cambio gradual se debe a un declive de niveles de estrógeno como parte de nuestro proceso natural de envejecimiento, particularmente durante la menopausia.
Sin embargo, tener los senos densos es común a edad adulta y afecta a la mitad de las mujeres a nivel mundial. Y algunas chicas tienen la predisposición genética. Es decir, si tu mamá tiene senos densos, es posible que tú también vayas a tenerlos.
Tener los senos densos no es la gran cosa, pero sí deberías tomarlo a consideración por 2 factores. Primero que nada, la densidad alta ha sido relacionada con un mayor riesgo de cáncer de mama, en segunda, si tienes cáncer de mama, será mucho más difícil de diagnosticar porque tanto el tejido no graso, como el cáncer, aparecen de color blanco en la mastografía.
Asegúrate de decirle a tu doctor si tienes un historial de cáncer de mama, pues en lugar de mastografías, lo ideal es que te hagan ultrasonido.
Independientemente de la densidad de tus senos, puedes reducir el riesgo de cáncer haciendo ejercicio de manera regular, limitando tu consumo de alcohol y manteniendo un peso saludable.
Fuente: E·M·E de Mujer