Pese a que era su día de descanso, los tres hombres colocaron los focos a un automóvil, sin embargo, tras esperar a que el dueño llegara por su vehículo por una hora y media, decidieron retirarse del lugar.
Orlando invitó a sus dos compañeros a pasar la tarde con él y su hijo José Ramón, por lo que los cuatro se retiraron en su Ford Mustang, año 1997, color blanco.
A las 15:10 horas, en el bulevar La Joya, en el segundo acceso a Playas de Tijuana, el automóvil de Orlando se salió de su carril y se impactó con un Ford Expedition; el conductor, su hijo y sus dos compañeros murieron en el accidente.
Orlando González, a quien de cariño llamaban “Missi”, tenía 38 años y desde hace cuatro residía en Tijuana.
“Missi” nació en El Botadero, Nayarit, y dejó su ciudad natal para vivir en Estados Unidos con su esposa y su hijo mayor.
En Estados Unidos, Orlando se dedicaba a pintar y modificar automóviles.
A su llegada a Tijuana, mantuvo su oficio y su domicilio está localizado cerca de su lugar de trabajo.
“Era muy trabajador, honrado, buen padre, era el alma de la fiesta, muy buena persona; como buen nayarita, le gustaba comer mariscos y bailar banda”, recordó una de sus amigas que prefirió mantenerse en el anonimato.
Orlando estaba casado y tenía tres hijos: José Ramón, de 12 años, quien también falleció en el accidente, uno mayor de 20 y uno de 3.
Efraín Robles, a quien sus amigos en Carrocería y Pintura Martínez llamaban “Wally”, murió a los 21 años.
El joven era padre de dos niñas; una de ellas acababa de nacer y la otra tenía 2 años y medio.
“Wally” vivía en unión libre con su actual pareja.
“Era muy trabajador, muy comprometido con su trabajo; era una persona de escasos recursos y era muy responsable”, contó uno de sus compañeros de trabajo.
Arturo Montenegro, a quien apodaban “Junior”, de 23 años, tenía el plan a largo plazo de abrir su propio negocio de carrocería.
Su compañero en el taller Martínez lo recordó como un joven con un futuro prometedor.
“Era muy hábil en su trabajo, carismático; estaba muy emocionado por aprender bien el oficio para después realizarlo por su cuenta”.
“Junior” había sido padre recientemente de una pequeña.
José Ramón, de 12 años, era ciudadano estadounidense y cursaba el primer año de secundaria en Tijuana.
“Josecito” se caracterizaba por ser buen estudiante; de hecho, al momento del accidente, llevaba consigo dos cuadernos en los que tenía tarea pendiente.
En su cuaderno de Español, su última tarea era un cuestionario sobre el libro “El hilo rojo”, del 7 de octubre de 2016.
El segundo cuaderno era de la materia Formación Estatal de Asignatura, en el que el último apunte, el 7 de octubre, era acerca del tema “Convivencia respetuosa a través del diálogo”.